LA ORACIÓN DE BELÍA (POEMA)

Composición realizada para novela de ficción, en la que un personaje femenino llamado “Belía”, recita a su maléfico dios, una plegaria de inmortalidad.
Poema La oración de Belía. Mujer vestida de negro orando en el desierto, en una noche estrellada.

La oración de Belía


Amado y temido Hedraón,
nuevo señor de los cielos y mares,
de los bosques y montañas;
implacable y sensato dominador de los vientos,
el grano, la semilla y el fruto:
Tú que guías y detienes con mano firme
el vuelo de las aves
y el paso lento de los hombres,
escucha los ruegos de Belía
-joven dueña de su alma y de su espíritu-,
desde hoy tu hija
y fiel servidora,
en tiempos de vida, eternidad o muerte.

Ardiente y temible Hedraón,
nuevo señor de la tierra y los aires,
de la lluvia y el fuego;
poderoso en el mundo de los hombres,
de los perpetuos y de los muertos:
Hoy celebro el infinito goce
que me has brindado al aceptar mi ofrenda,
recibiendo en tus brazos a mi madre
-de nombre “Baed”: la que amanece en tinieblas-,
enviada por mi alma para servir
a tus designios, a cada mandato,
desde la muerte hasta el fin de los tiempos;
enviada por mí
para luchar a tu diestra
contra los errores de la creación,
contra las almas débiles,
contra los rebeldes y los necios,
contra Saida y sus guerreros.

Invencible y supremo Hedraón,
que todo lo gobiernas:
En mi oración te ruego
con el poder finito de mi carne y de mi espíritu,
que acojas también en tus brazos
a la servil criatura sin destino
que, a través de tu voluntad,
ha guiado el alma de Baed
hacia el seno de tu abrigo.
Deseosa de ti, acepto y recibo
-cual signo de respuesta a ésta, mi ofrenda
y con infinito júbilo-,
el bien más preciado, el de la eternidad;
la infinitud de mis días entre los vivos.

Recojo con ansias en la oscuridad del sueño
y al son de la oración,
el velo de la perpetuidad
con la cual me has bendecido;
la misma que fue, en días antiguos,
digna de todos los hombres
y no así, como debe ser,
un bien supremo, reservado y prometido
a los sabios y a los grandes,
los sensatos y los fuertes…
espíritus elegidos.

(Sol Benítez, Uruguay).

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