POEMA: REFLEXIONES DE INVIERNO

Reflexiones de invierno” (poema incluido en el álbum de poesía “Rosas en el Fuego”, Sol Benítez).

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Reflexiones de invierno

Poema Reflexiones de invierno. Paisaje lluvioso a través de la ventana, con luz de luna entre las nubes.

¿Cuán dulce podría ser
ante mis ojos la dicha?,
si todo está tan frío
como cada tarde,
como siempre…
pero aún más opaco ante mi mirada.
¿Podría darme la claridad
alguna fresca aurora?
Podría darme
sólo la dicha de un minuto…
o quizá
la de un par de noches claras…
bajo la blanca caricia
de la luna.
Eso es todo.
Si al fin amanece,
tendré mis soles tan negros
como los tuyos,
como hoy…,
con el frío del invierno pegado a mis entrañas
y a mi pecho,
con una noche cerrada…
y rebelde…
dando vueltas en mí.
Así debía ser.
No lo lamentes,
ni te enfurezcas por estos versos
que brotan de mis dedos como lluvia…
porque en mi alma que por momentos
se parece a una triste roca,
no se oye el lenguaje
de tu dedo acusador…
y lo mismo da que lo pongas
o que lo quites.
No intentes adivinarme,
porque tu tiempo es oro
y el mío también…
pero no lo parece.
Ella sabrá lo que hace
(mi alma)
y el destino…
y Dios…
Allá Dios,
sentado al sol con sus designios…,
si es que alguna vez la suerte
así lo quiso.
Y si bajó los ojos él
para mirarme…,
si así fue…,
entonces tal vez
quiso darme las noches
en la palma de la mano
para que las moldeara entre los pliegues de mi cama
y de mis horas;
para que encendiera fuego en ellas.
Y así lo hice:
Pero las noches se enredaron en mí,
sí…, en mi cuerpo todo.
Y yo que cargaba con la penumbra en la pupila,
ahora la cargo en cada trazo
de mi cuerpo,
en las múltiples identidades
que me perturban,
a lo largo y ancho de algo,
algo que llevo dentro…,
algo que no sé qué es.
Hubiese querido invitar al supremo
a compartir el frío de mis noches.
Hubiese querido invitarlo realmente
a acompañarme en ese largo invierno…,
esa madrugada inmóvil que no amanece…
y todo lo que escogió como regalo.
Así debía ser.
No lo lamentes,
ni intentes adivinarme…
Quita tu sentencia instantánea
y tu caricia compasiva.
No me complace ni lo uno ni lo otro.
Sólo préstame tu presencia,
para saber que ahí están tus brazos tibios,
tus ojos sobre mis versos…
Luego vete.
Tu tiempo es oro…
y el mío también,
aunque no lo parece.

(Sol Benítez, Uruguay).

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